El blog de MATEÍNA

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lunes, 22 de noviembre de 2010

Cultura y socialismo*

Por Ignacio Martínez

“Olvidaban poner el acento en el hombre.” (Del poema de Mario Benedetti “Hombre preso que mira a su hijo”)

Todo cambio en la estructura económica de una sociedad deberá ser simultáneo a la construcción de cambios culturales. Entendemos por cultura las estrategias que se dan los pueblos para construir su vida. Entendemos la construcción de la vida de un pueblo como las relaciones que adoptamos con la naturaleza; cuáles son las relaciones sociales entre nosotros los seres humanos; cómo entendemos el conocimiento y nuestro pasado; cuáles son las formas de cultivo de nuestra espiritualidad y nuestra capacidad artístico-creadora; cuáles son los programas que nos trazamos para trabajar nuestros propios planes educativos, nuestros propios valores y la visión del mundo.

Los cambios en la estructura económica de una nación nos darán una porción de esos cambios culturales, pero por sí solos, esos cambios en las relaciones de producción no bastan. Se requiere una acción conciente en la educación en valores y en la diseminación de prácticas sociales sobre nuevas bases. La educación para la paz es un trabajo permanente. El derecho humano a vivir en paz debe ser uno de los pilares fundamentales de la nueva cultura. La educación por el arte, reconociendo en cada ser humanos un realizador, es otro aspecto clave como territorio de libertad y de reconocimiento del individuo en el conjunto social. La aceptación y el respeto de la diversidad cultural construyen una sociedad multiétnica y multicultural que tira abajo toda globalización dominadora y todo pensamiento único hegemónico. El valor de la humildad frente a la vida tira por la borda el concepto reaccionario que distribuye el reino animal de manera piramidal, ubicando al ser humano en la cúspide, desconociendo que la vida reposa sobre la biodiversidad y la interrelación de los seres vivos y su entorno ambiental, formando parte indisoluble de él.
El avance colectivo en la construcción de esa nueva cultura es la estrategia principal. La construcción participativa sólo se logra participando, creando mecanismos para intervenir en la cosa pública. La construcción de la democracia sobre nuevas bases sólo se logra ejerciéndola, adecuando los instrumentos jurídicos, políticos y constitucionales al tipo de democracia que queremos protagonizar. Esa cultura de la participación y de la democracia requiere asentarse sobre el principio de la decisión colectiva de lo que vamos a hacer; la realización concreta de lo que hemos resuelto; los mecanismos de rendición de cuenta periódicos y de rectificación de rumbos. Esas cuatro fases del ejercicio democrático de la acción política participativa, requieren nuevas bases que trasciendan la obsoleta democracia representativa, sólo rediviva si avanza hacia una democracia de participación popular sobre la que repose la construcción y la defensa de la nueva sociedad socialista.
Es que hoy la contradicción principal en el mundo está bien clara: o avanzamos hacia esas nuevas formas de sociedad de signo socialista o sucumbimos en el atraso y la destrucción.
El actual sistema capitalista en su fase más voraz de concentración de la riqueza, empobrecimiento de cientos de millones y destrucción del planeta, sólo admite una salida de carácter socialista. Sus mismos períodos más o menos de bonanza, bajo dominio socialdemócrata o de buenos administradores del sistema, aún, incluso, con carácter progresista, sólo alargarán un poco más el período de la agonía en medio de disputas por el petróleo, el gas, el agua y las grandes extensiones de territorio. El sistema no puede salirse de la lógica de convertir a la humanidad en una consumidora enfermiza y a las diferentes regiones del mundo en góndolas de un planeta lo más parecido a un shopping.
Nosotros debemos trabajar por la cultura del cambio como necesidad vital para nuestra propia supervivencia, como estrategia para resolver nuestra vida, poniendo nuestro acento en el ser humano y la pública felicidad.
Esto no nos deja afuera de nuestros propios cambios. También nuestra cultura de acción política, nuestra capacidad de alianza para ser más y mejores que los señores del bloque en el poder, nuestra claridad en las ideas y nuestra capacidad de transmitirlas, deben estar en la reflexión de cada militante, cada mañana, cuando inicia su jornada. Es que nadie puede enseñar lo que uno mismo no es; nadie puede predicar el cambio que uno mismo no practica.

*Publicado en la revista Nº 1 "Compañero" setiembre 2010

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