El blog de MATEÍNA

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viernes, 5 de noviembre de 2010

Manifiesto por la autoconsciencia



El medio social en que vivimos ha mecanizado nuestras vidas. Hemos depositado nuestra salud en manos de un complejo técnomédico que no trata a personas sino a enfermedades, ante las que en un número creciente se muestra completamente incapaz de sanación alguna. ¿y cuál es la explicación que el ciudadano de a pie da a esta situación? “Es que como ya no hay selección natural nos hemos desvirtuado como especie”. Es decir, que se nos ha mimado demasiado y por eso nos hemos debilitado[1]. Es notable como cuanto mayor es la inconsciencia de un individuo, más grande y manifiesta es su dependencia de un sistema externo, en este caso del Sistema Sanitario, y cómo psíquicamente refuerza esta dependencia con todo tipo de argumentos desvirtuadores de la naturaleza y las capacidades humanas, físicas y sociales.

Cuanto más inconscientes somos de nuestros procesos internos, más máquinas nos volvemos. Una máquina, por contraposición a un organismo, no es capaz de autorregulación alguna y necesita de todo tipo de intervenciones más o menos regularmente. Pero no somos máquinas sino seres autopoyéticos[2] con asombrosas capacidades, que en este momento de la historia necesitamos más que nunca recuperar.
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Pero ¿cómo hacerlo? De entrada sólo el hecho de proponerse el recuperar la conexión con uno mismo, el caminar hacia la autoconsciencia, significa que de alguna manera hemos comenzado ya nuestro viaje hacia la recuperación de la capacidad de autorregulación. Existe, además, una llave infalible:

La mirada hacia adentro. Estar atentos a todo lo que nos ocurre, escuchar cada síntoma, físico, emocional, psíquico… Todo tiene un significado, todo tiene algo importante que decirnos. Y lo más importante, no sólo escucharlo, sino también respetarlo. El medio en que nos hemos educado nos ha enseñado a no respetar nuestras emociones ni nuestras sensaciones. De un modo u otro se nos ha obligado o coaccionado a estar quietos en un pupitre durante horas, a comer sin hambre, a no llorar, a aprender cosas que no nos interesaban en contra de nuestra voluntad. Y esto son sólo algunos de los ejemplos más rudos y visibles. Procesos infinitamente más sutiles tienen lugar a lo largo de nuestro aprendizaje orgánico de la desconexión con nosotros mismos, en los que el ejemplo e imitación del comportamiento adulto es quizás el factor más determinante. Hemos automatizado de tantas maneras la desconexión de nuestro ser, que la reconexión supone un trabajo que requiere de la máxima atención y perseverancia por nuestra parte. Se trata de un trabajo progresivo, como aprender a tocar un instrumento. Nuestros órganos, músculos, huesos y articulaciones, nuestras sensaciones y emociones, stress, tristeza, ansiedades, miedos, nuestros hábitos, nuestras relaciones, nuestras "pérdidas de control". Todo debe ser observado, escuchado y respetado, sin olvidar nunca la palabra mágica ¿Por qué?

El camino de la salud no es combatir la enfermedad. Si intentamos cambiar algo que no nos gusta de nosotros, probablemente lo único que conseguiremos es reemplazarlo por un síntoma peor. Siguiendo un ejemplo de Gurdjeff, si un individuo perezoso decide combatir su pereza sin más, puede que deje de serlo pero entonces aparecerá otro síntoma psíquico para compensar la pérdida del anterior, por ejemplo volverse irascible. Y es que esa pereza no estaba ahí gratuitamente, tenía una razón de ser. Hemos de ser conscientes de que, en nuestra naturaleza autopoyética, todo cumple una función reguladora, todo síntoma es un mecanismo de regulación y por tanto no hay que combatirlo. En el momento que descubrimos su verdadera causa, comenzamos a abrir una vía que de forma natural nos llevará desde lo que concebíamos como “el problema” hasta el problema que causa el problema. Cuando esto ocurre, hemos quitado la primera de las capas de cebolla que cubren nuestra esencia, nuestra consciencia ha empezado a crecer, y nuestro inconsciente se ha hecho un poco más pequeño. Pero esto es solamente el principio del camino, siguiendo un procedimiento análogo podemos pasar a la siguiente capa y a la siguiente… Y cuanto más adentro llega uno, más superficiales y absurdos se ven los problemas que fueron en un principio objeto de preocupación.

El verdadero camino hacia la salud es el camino de la autoconsciencia. Y no hay nada más importante que podamos hacer en nuestras vidas, porque es desde nuestra salud desde donde sacamos las energías para cualquier cosa en la vida. Para cambiar el mundo, para ayudar a otros a sanar, o simplemente para amar a algo o a alguien. Al sanarnos a nosotros mismos nos hacemos también sanadores para con lo que nos rodea. La diferencia entre vivir la vida con un estado menor o mayor de consciencia es tan abismal como la diferencia entre una melodía desafinada y estridente y una tocada por un artista virtuoso. Simplemente partiendo de la base de que un mismo suceso puede ser recibido como un duro obstáculo o bien como un regalo de la vida sólo en función del nivel de consciencia de la persona que lo viva, podremos hacernos a la idea de la infinita energía potencial y la libertad que puede aportarnos el disolver poco a poco la coraza-cebolla que nos impedía vernos y ser nosotros mismos.

Esta coraza se manifiesta de muchas maneras diferentes, que pueden reconocerse casi siempre como rigideces, en nuestro cuerpo, en nuestro comportamiento, en nuestra forma de pensar o de procesar nuestras emociones... el catálogo es inmenso: Contracturas musculares, vicios posturales, adicciones, bloqueos en la expresión de las emociones, obsesiones, dependencias artificiales, intolerancias, autoritarismo, sumisión, neurosis de todo tipo, etc. Todas estas cosas consumen grandes cantidades de energía, agotan a nuestro cuerpo, y minan nuestra salud, porque la inconsciencia o desconexión disminuye siempre nuestra capacidad de autorregulación orgánica, hasta el nivel justo para sobrevivir y poco más. La energía que derrochamos por no poner consciencia en nuestra vida es enorme.

Pero ¡cuidado! el desarme de la coraza no puede hacerse a la ligera. Debe ser un proceso lento, progresivo, y lleno de respeto. Recordemos que esa coraza está cumpliendo una función. Seguramente comenzó a formarse porque en algún momento de nuestro desarrollo fuimos de algún modo agredidos.

Cada parcela de inconsciencia en nuestras vidas nutre al sistema tumoral en que vivimos haciéndonos dependientes de él de un modo u otro. Cada parcela de consciencia arrebatada al inconsciente es un tesoro que nos hace más libres. La vida siempre está ahí esperándonos, ofreciéndonos infinitas oportunidades para iniciar el viaje a la autoconsciencia. Un viaje que nunca estará exento de episodios dolorosos y placenteros, pero que siempre, siempre, al final, merece la pena.

Notas y links en el artículo original, en Simbiosis

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