Un chimpancé hace una demostración de fuerza, típica de los primates, en la que trata de disuadir de un enfrentamiento directo. Obsérvese que tiene el pelo erizado, lo que le hace parecer mas grande de lo que realmente es. (Imagen: usuario de Flickr).
Una actitud frecuente es considerar que la agresión animal prueba que la violencia y la guerra juegan un papel fundamental en la evolución humana. En un experimento clásico sobre los efectos de la sobrepoblación en ratas, se obligó a convivir a un alto número de estos roedores en un espacio reducido. Los resultados mostraron un aumento de la violencia hasta niveles que asustaron a los investigadores. Desafortunadamente, los resultados con esta especie se generalizaron al resto y este estudio es muy nombrado aún hoy en día como prueba de la agresividad de la naturaleza humana.
Años después, el mismo experimento se repitió con primates y los resultados fueron esperanzadores en la mayor parte de los casos. Los primates reaccionaban ante la alta densidad de población con estrategias que iban desde dedicar más tiempo al acicalamiento mutuo hasta reprimir los impulsos violentos. Aumentaron en general todas las conductas prosociales por día y hora, como ocurre hoy en día en algunas sociedades asiáticas.
Para leer todo el artículo: Somos primates
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